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"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos"   SURda

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22-09-2013

 

 

 


DE UNA MADRE A UN GENERAL  

 

 

SURda

 


Veronika Engler


En Uruguay existieron presos políticos que fueron torturados y tratados de forma inhumana durante más de una década. La mayoría de los militares que estaban al mando de los cuarteles y por tanto eran responsables de lo que allí ocurría, no han sido juzgados. Pero la Verdad que se intenta ocultar tras el muro que protege la impunidad hoy reinante, es que esos militares son responsables de lo que los presos y sus familias se vieron obligados a soportar durante ese largo período. Algunos ya fallecieron, pero esa Verdad que forma parte de nuestra historia debe saberse y esos crímenes deben seguir denunciándose, quizás eso nos ayude a comprender muchas de las cosas que están pasando hoy. No podemos desligarnos de nuestra historia, somos de cierta forma, producto de lo que nos tocó vivir.

Además de la memoria y los relatos de los expresos y presas políticas y de los familiares, hay documentos que lo atestiguan. Tengo en mi poder varias cartas escritas por mi abuela (fallecida), estas misivas están dirigidas a distintos militares. También tengo en mi poder la confirmación de que las cartas llegaron a los cuarteles, con sellos de los batallones. Esta mujer, madre de tres hijos que estaban presos, tuvo que dirigirse a quienes los torturaban y maltrataban con la mayor consideración, cuidado y hasta agradecimiento, suplicando que mejoraran las condiciones de reclusión de los mismos porque era consciente que de eso dependían sus vidas. Aún a sabiendas de que esos hombres eran responsables de lo que vivíamos, agradeció durante años cualquier tipo de mejora en la situación, cualquier cambio en el trato inhumano que sus hijos recibían. Habló y escribió a represores y torturadores, señalando virtudes cuando sentía por dentro un grito de angustia que le desgarraba el pecho.

Las iré publicando a todas.

Por Verdad y Justicia

Veronika Engler

 

Montevideo Agosto 2/976

General Eduardo Zubía:

Estuve en San José para hablar con Usted, lamentablemente no lo encontré.

Este sábado, es decir anteayer tuvimos visita con mi hijo Henry Engler, está tan mal que por primera vez en cuatro años pidió que suspendiéramos la visita, pues se sentía muy mal. General, mi corazón ya no gime, aúlla en las noches; vuelvo a suplicarle haga usted algo, todavía hay posibilidad que se recupere, denle aunque sea en el recreo para hablar con alguien, llévenlo al Penal de Libertad, o que se le haga un tratamiento adecuado, no deje que muera en vida; es lo más espantoso que puede pasarle a mi hijo; perder la razón.

General en sus manos y su conciencia queda la locura, la muerte o la vida de mi hijo y la mía.

Katia G. de Engler

Montevideo Noviembre 9/976

General Eduardo Zubía

De mi consideración:

Mañana 10 de noviembre mi hijo Henry Engler preso actualmente en el Cuartel de Colonia cumple treinta años.

Era alegre, excelente hijo y un estudiante excepcional. Era, digo era, pues ese hijo mío murió, sólo queda un hombre que mira con ojos que a veces se me antojan vacíos, sus manos parecen de cera, han transcurrido cuatro larguísimos años de su total encierro.

Hemos vivido y seguimos haciéndolo, momentos realmente difíciles, muchas son las veces que después de un largo viaje, tenemos que esperar frente a un cuartel hasta dos horas, para media hora de visita: lluvias, soles, angustias oprimiéndonos el corazón hasta ver como lo encuentro.

General Zubía, pido disculpas por molestarlo con estas líneas; pero me considero obligada a hacerlo como madre, como mujer, como criolla que me siento.

Hija de esta tierra generosa que eligieron para vivir mis padres gringos. Que eligieron, que trabajaron y que ya descansa por siempre uno de ellos, mi padre.

Este sábado fueron dos de mis nietos a ver a su padre, la más chica de seis años le permitieron tocarlo y darle un beso, la mayor de diez años vino llorando, no le dieron permiso siquiera para darle un beso, tuvo que mirarlo a través de un fino tejido pintado de verde. Órdenes dijo el oficial.

Siempre de todos los cuarteles hemos recibido cartas de mi hijo, menos de ese donde se encuentra ahora. Estuvo con anterioridad siete meses en Colonia (siete meses que no quiero recordar), nunca escribió, si llegó así también quedó, Ud. Lo recordará. Tampoco ahora lee. Sé que Ud. Es un hombre muy ocupado, pero puedo asegurarle que seguiré escribiéndole, desde luego si a Ud. General no le molesta.

Se acercan las fiestas, va a comenzar un año nuevo, ruego a Dios que ilumine nuestras almas.

Con mi más alta consideración lo saluda

Katia G. de Engler

Montevideo

 

General Eduardo Zubia

De mi mayor consideración:

Me dirigí a usted anteriormente suplicándole hiciera algo, por la salud de mi hijo Henry Engler preso en Durazno; hoy vuelvo a hacerlo para comunicarle que ayer en la visita lo encontré mejor. Un gracias grandote nace desde lo más profundo de mi corazón, y junto a el una pregunta, Hasta cuando ese enclaustramiento total para un ser humano? Usted general es hoy uno de los hombres que rigen el destino de nuestra Patria. Menuda responsabilidad le ha tocado vivir.

Sé de usted que es un hombre justo y digno, un militar sin objeciones y un padre respetado y querido. No lo estoy halagando no acostumbro a hacerlo, estoy simplemente trasmitiendo impresiones recogidas. Y es por eso que le digo que por su responsabilidad puede hacer algo para que de alguna manera esa horrible soledad en la que vive mi hijo hace más de tres años termine, porque su enfermedad se llama precisamente soledad, es uno de los más espantosos castigos infligidos a un ser humano.

Quiero a mis hijos con todo lo que hay en mi; cada visita es una lenta agonía y me ha tocado el viernes con el mayor en el Penal de Libertad, y el sábado con el menor, ahora en Durazno, no quiera saber como quedo. La muerte del padre los ha afectado tremendamente.

El mayor que se mantenía más o menos, lo encontré en esta visita decaído, los años pasan y pasan, y ya hace cuatro largos, larguísimos años que está preso.

General, mis disculpas por estas líneas tan poco protocolares, la verdad es que nacen del corazón de una madre.

Muy agradecida, lo saluda atte. Katia G. de Engler


Veronika Engler


 
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